25º Domingo Ordinario - A

viernes, 12 de septiembre de 2008
21 Septiembre 2008

Isaias: Buscad al Señor mientras se le encuentra.
Flipenses: Para mi la vida es Cristo.
Mateo: Parábola de los jornaleros o parábola de los parados.


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Juan García Muñoz.

2 comentarios:

{ Juan } at: 15 septiembre, 2008 07:22 dijo...

COMENTARIO DOMINGO 25

1) El camino que seguimos actualmente no es el camino justo. ¿Por qué? Porque no andamos de forma solidaria los humanos, en general, ni unas personas con otras. Mantenemos grandes diferencias en lo global y discriminaciones permanentes en la vida de cada día.
2) La vida digna del evangelio tiene un referente: se identifica con una clara opción de Jesús por las personas pobres, empobrecidas, desposeídas o marginadas. La cuestión no está más allá sino en el más acá, en el día a día. En el hoy que no puede ser como es ni como fue.
3) El evangelio sobre el empresario agrícola que beneficia a los últimos, para hacer valer el principio de la igualdad, indica el camino a seguir en todos los ámbitos. Se trata de un camino revolucionario en lo social, en lo político, en lo económico, y en lo familiar, pero también en nuestra actitud ante la vida y ante los demás, y más concretamente ante quienes hoy son los últimos (ejemplo: ¿cuál es la actitud respecto a los jornaleros negroafricanos o respecto a personas inmigrantes del campo y mujeres campesinas marroquíes?).

Conclusión: exigencia personal, social, económica y política de cambio
José Mora Galiana

Anónimo at: 17 septiembre, 2008 07:30 dijo...

LOS ÚLTIMOS Y LOS PRIMEROS

Si hoy ocurriera lo que cuenta la parábola de los jornaleros, el dueño de la viña se encontraría con no pocos problemas, pues su forma de actuar -pagar el mismo salario por diferente trabajo- parece ir contra la lógica y la justicia. La parábola ya resulta un poco extraña, porque es a primera hora cuando los jornaleros acuden a la plaza demandando empleo y no al atardecer, cuando la jornada laboral está a punto de acabar. También resulta ilógico que se pague a todos lo mismo. Una vez más, en el lenguaje de Jesús, la lógica humana falla cuando se trata de comprender los asuntos de Dios.
La verdad es que no está tratando un tema relacionado con la justicia social, sino con la bondad. Frente a los fariseos, que defendían la ley del mérito -la bondad será premiada y la maldad, castigada-, Jesús ofrece la ley de la gracia -la bondad será premiada y la maldad, perdonada-. Un planteamiento semejante tenía que ser necesariamente rechazado. Pero la parábola va a más porque indica de dónde procede el enfado: de la envidia. Que Dios sea justo con los buenos no le impide ser misericordioso con los pecadores. Los rabinos tenían tasada la recompensa y habían establecido para cada obra buena su correspondiente paga divina. Jesús, mediante la parábola, suprime este modo de pensar y establece unas nuevas bases. En definitiva, sustituye la justicia por la gracia y propone un nuevo modo de afrontar los asuntos de los hombres. En la Iglesia y en el Reino de Dios, éstos se han de guiar por reglas muy distintas de las humanas o, de lo contrario, nunca saldremos del atolladero. Y de nuevo surge el escepticismo: ¿Cómo podría sostenerse una sociedad así?
La verdad es que la sociedad entiende este planteamiento como el mejor, aunque lo aplica en muy contadas ocasiones. De hecho los tribunales son tribunales de gracia y justicia porque administran una u otra según las circunstancias aconsejan. Esto nos coloca frente al problema del régimen penitenciario actual. Parece ser que la cárcel no ha de ser medio de castigo, sino de rehabilitación del delincuente. Los últimos informes dicen que la mayor parte de los internados en ellas lo son por delitos relacionados con la droga. Y ahora viene el dislate: cuando un joven -tras un programa largo y exigente- logra rehabilitarse fuera de ella ¿qué sentido tiene la cárcel? Si ya está rehabilitado, ésta sólo tiene un valor punitivo. A no ser que la sociedad sólo pretenda quitar de enmedio a los que les estorba, es decir, no busca remediar males sino evitarse problemas. El régimen de la gracia defiende el bien final del hombre y es una apuesta por la bondad radical del mismo. Habría que ver la forma de compaginar gracia y justicia y explorar caminos que, mirando el bien del individuo y de la sociedad, resuelvan los problemas en lugar de enquistarlos. El beneficio social sería grande y el personal, aún mayor.

Paco Echevarría