5º Domingo Ordinario - C

sábado, 30 de enero de 2010
7 Febrero 2010

Isaías: Aquí estoy, mándame.
1 Corintios: Esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído.
Lucas: Dejándolo todo lo siguieron.


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Juan García Muñoz.

1 comentarios:

{ Francisco Echevarría } at: 30 enero, 2010 11:29 dijo...

PESCADORES DE HOMBRES (Lc 5,1–11)

En la Biblia, el mar no es sólo un lugar. Para una cultura de tierra adentro como aquella, estaba cargado de misterio y peligro. Por eso no es extraño que llegaran a considerarlo símbolo del caos y de la muerte y ámbito de los poderes demoníacos. Debido a ello, está muy presente en la vida de Jesús: camina sobre sus aguas, calma la tempestad y enseña al pueblo desde una barca, es decir, sobre sus aguas. El Mesías muestra así que los infiernos -los reinos inferiores, los demonios- no tienen poder sobre él. La escena de la pesca, que Lucas nos cuenta, muestra a los discípulos cuál ha de ser en adelante su tarea junto a él: sacar el mar -del dominio del mal- a quienes están atrapados en él. Hasta la llegada de Jesús, la lucha contra el mal había sido un bregar contra lo imposible sin obtener resultados -“Hemos pasado la noche bregando” le dicen-; a partir de él -“por tu palabra”- será un prodigio que sorprenderá a todos.

Estamos ante dos estrategias frente al mal y los males del mundo. Una está representada por los que acompañan a Jesús. Son pescadores y saben que los grandes peces suben a la superficie durante la noche y que es entonces la hora de la pesca mejor. Es la estrategia de lo humano basada en el saber, la astucia y la lucha personal en busca de triunfos. La otra es la estrategia de lo divino basada en la sabiduría de Dios, que no busca el éxito, sino el bien.

Frente a los problemas del mundo caben esas mismas dos posturas. Unos creen que es cuestión de habilidad y de técnica. La ciencia -vienen a decir- es poder y el poder es un dios al que se debe servir; todo lo que pueda hacerse debe hacerse, sin más límite que los propios límites; cuando logremos dominar todos los saberes y poseamos todas las técnicas, los males del mundo desaparecerán. La otra postura es la de los que creemos que el asunto es más complejo y que la erradicación del mal -en todas sus manifestacio­nes- no es posible dejando a Dios de lado. El objetivo no es dominar al mundo, sino salvar a la humanidad. La lógica de lo divino puede parecer menos realista, pero, a la larga, resulta más eficaz.

No es que veamos con malos ojos el progreso técnico y científico. Pero nos dan miedo quienes hacen de ello un absoluto. No es el religioso el único fanatismo posible. También hay un fanatismo científico y un fanatismo político y cultural y... La planta del fanatismo y la intolerancia -con los extremos que conlleva- puede crecer en todos los campos. Tenemos, por desgracia, demasiadas pruebas de que lo que un fanático puede hacer a sus semejantes cuando pierde la conciencia del límite y justifica cualquier cosa que contribuya a sus intereses. La única manera de evitarlo es no perder de vista que el único objetivo justo es el bien del hombre y que, por ello, las exigencias éticas deben prevalecer sobre otros intereses. No puede hacerse todo lo posible, si ello atenta contra la dignidad del ser humano.

Francisco Echevarría