24º Domingo Ordinario - C

domingo, 5 de septiembre de 2010
12 Septiembre 2010

Exodo: Y el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.
1 Timoteo: Doy gracias a Cristo Jesús, nuestro Señor, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió este ministerio.
Lucas: EL BUEN PADRE/MADRE DIOS.


Descargar 24º Domingo Ordinario - C.

Juan García Muñoz.

2 comentarios:

Paco Echevarria at: 06 septiembre, 2010 13:39 dijo...

AMAR PERDONANDO (Lc 15,1-32)
El capítulo 15 de san Lucas es posiblemente una de las páginas más bellas y entrañables del Evangelio. En ella Jesús nos descubre los secretos de Dios, el misterio de un ser que existe sólo por el amor y para el amor. Dios es Padre, más aún, es el origen de toda paternidad. Creer en él –como lo entendemos los cristianos– es reconocerlo como Padre, como nuestro Padre. La parábola del hijo pródigo es la expresión literaria y simbólica más perfecta y completa de esta creencia que inspira todo el pensamiento cristiano. Y es que, una vez que el hombre ha pecado, el Dios-amor sólo puede mostrar la misericordia. Ante los pecados de los hijos, el padre sólo puede mostrar su amor perdonando. En eso está también su alegría más profunda.
Como el joven de la parábola, el hombre puede alejarse de él y dejar de comportase como un hijo, pero nunca podrá lograr que Dios deje de ser un padre lleno de misericordia. Su esencia más profunda es eso. Por ello los creyentes no dejamos de preguntarnos qué ha ocurrido en la historia de los hombres o en la vida de cada ser humano para que éste prefiera vivir de espaldas a un Dios que es todo amor o qué busca fuera del hogar lo que libremente disfruta en la casa paterna. Quiero pensar que todo responde al deseo de ser feliz y que –lo mismo que en la parábola– sólo sea un modo equivocado de satisfacer un deseo que, por otra parte, es legítimo. Al final del camino, se termina reconociendo que ha sido un terrible engaño, una gran equivocación.
Cerrado el siglo en el que hemos alcanzado las estrellas, tenemos que reconocer que no hemos logrado llegar a lo más profundo del corazón humano. El desprecio o el rechazo de Dios por parte de muchos es –ya lo dijo el Vaticano II– más rechazo de una imagen equivocada de Dios que de Dios mismo y en esto tenemos no poca culpa los creyentes. Creo que ha llegado el momento en el que cada uno reconozca sus propios errores: los creyentes necesitamos convertirnos al Dios revelado por Jesucristo y dejar de lado esa imagen del Dios inmisericorde que parece gozar con los sufrimientos humanos; y los no creyentes deben revisar honestamente su postura para valorar en qué medida han hecho a Dios responsable de los pecados y errores de los creyentes.
En este momento de la historia -en la actual situación del mundo- unos y otros necesitamos luchar por la salvación del hombre amenazado desde todos los frentes. Alguien ha dicho que Dios es un supuesto inútil, innecesario. Nosotros respondemos que es una gozosa realidad. Freud estableció los presupuestos para eliminar al padre y lo justificó como necesario para permitir el crecimiento –la autonomía– del hijo. Después de todos estos años de horfandad hemos comprendido que la muerte del padre sólo deja un vacío imposible de llenar, pues, cuando Dios se oculta, proliferan los ídolos. Por eso, Martin Buber habla, más acertadamente, del eclipse de Dios, no de su ocaso. Es cierto que, si Dios no existe, no lo hace existir la fe de los creyentes. Pero también es cierto lo contrario: si Dios existe, no deja de existir porque se le ignore o se le niegue.

Maite at: 08 septiembre, 2010 22:45 dijo...

¿Qué tienes, Señor, que son
los publicanos y pecadores,
los pobres y pequeños,
los últimos... quienes se acercan
a escucharte?

¿Qué tienes, que los fariseos
y letrados que más saben
de la Ley y mejor conocen
a Yavé, tanto se escandalizan de Ti?

Abre mis ojos para ver
que de cien ovejas me falta una,
la más débil,
y ayúdame a correr
a por ella, y a alegrarme
cuando la encuentro otra vez.

Así podré entender
que el mismo gozo hay en el cielo
por cada pequeña oveja descarriada
que se puede al redil volver.

Abre mis ojos para ver
que si falta una moneda,
yo revuelvo cielo y tierra
para volverla a coger.

Así podré entender
que en el cielo hay el mismo interés por cada moneda perdida
que apareció al barrer.

Dame tu corazón
de Padre y Madre a la vez,
para saber ceder,
para despedir sin resentimiento
y acoger,
para esperar, abrazar y celebrar,
para llamar, consolar y dialogar.

Para no desesperar de nadie
y aguantar como una madre.

Así podré entender
que el mismo Padre
hay en el cielo
por cada hijo extraviado
que está deseando volver.