33º Domingo Ordinario - C

lunes, 8 de noviembre de 2010
14 Noviembre 2010

Malaquías: A los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia.
2 Tesalonicenses: El que no trabaja que no coma.
Lucas: Cuidado con que nadie os engañe.


Descargar 33º Domingo Ordinario - C.

Juan García Muñoz.

2 comentarios:

Paco Echevarría at: 08 noviembre, 2010 00:32 dijo...

DEL FUTURO DE LAS COSAS (Lc 21,5-19)

No sólo la pregunta sobre la muerte personal, sino también aquella que se refiere al fin del universo ha inquietado e inquieta al ser humano: ¿Qué será de este mundo? ¿Cuándo será el final? ¿Cómo será? Es la natural curiosidad del hombre lo que le lleva a hacerse estas preguntas, pero también es la necesidad de respuestas sólidas sobre el sentido de la existencia propia o del mundo. La astrofísica está dando pasos de gigante y cada día explica mejor el qué y el cómo del mismo. Pero escapa de las posibilidades de la ciencia explicar el por qué y el para qué, es decir, aclarar su sentido. Éste es espiritual y no depende de la constitución de la materia.
A Jesús también le plantearon el problema y él se limitó a responder con el lenguaje de su tiempo –el apocalíptico– de modo que se le pudiera entender. Es propio de este lenguaje mezclar los tiempos –los planos de la historia– y crear con ello confusión. Así en el diálogo de Jesús con los discípulos habla de la destrucción del templo de Jerusalén –que tuvo lugar el año 70– y del fin del mundo. La superposición de planos da la sensación de que ambas cosas son simultáneas. La razón de esto es que, para aquella mentalidad, el fin de algo es siempre signo del fin de todo y cualquier acabamiento es anticipo del acabamiento definitivo. Piensan así porque creen que lo importante es cómo se vive el tiempo intermedio, es decir, el tiempo presente.
Para este tiempo hace tres advertencias y da tres consejos. Les advierte que las grandezas del mundo acaban y, por ello, se engañan quienes viven como si fueran eternas; que es inevitable la aparición de embaucadores que, con mentiras y falsas doctrinas, arrastran tras de sí a las gentes; y que la tribulación acompaña siempre a la existencia. Aconseja no perder la calma en la confusión, perseverar en la persecución y confiar en la ayuda de lo alto cuando llegue la dificultad.
Son sabios consejos que pueden venir muy bien en el caminar de cada día. Porque no es malo preguntarse sobre el destino del mundo; pero es mejor preguntarse sobre el compromiso de cada día mientras estamos en él, pues, puede ocurrir que estemos tan preocupados con el futuro que dejemos de ocuparnos del presente y no es bueno eludir las responsabilidades de hoy con el pretexto de los sucesos de mañana. A veces se ha acusado a la religión de esto y no sin razón. Pero creo que no se puede formular esta acusación contra el Evangelio donde las cosas están de sobra claras.
Cuando Jesús hablaba del Reino de Dios y decía que ya estaba aquí, no se refería a una utopía inalcanzable, sino a una meta hacia la que caminar. El Reino de Dios es el reinado de su voluntad en los corazones y esa voluntad es siempre el bien y lo mejor para la humanidad. Esto no es sólo asunto de futuro. Es exigencia del presente.

Maite at: 09 noviembre, 2010 23:30 dijo...

Señor Jesús,líbranos en esta hora
de los profetas de calamidades,
y de caer en la tentación
de serlo nosotros.

Enséñanos a leer los signos de los tiempos, las señales de cada día
para descubrir tu salvación
presente ya en nuestras vidas.

Haznos hombres y mujeres de esperanza, alegres y confiados,
valientes y esforzados,
que sepamos implicarnos en el mundo en que vivimos,
que queramos complicarnos la existencia para ser tus testigos.

Y quítanos el miedo a dar la vida,
a dejárnosla a jirones por ahí,
que es la única manera de vivirla
si queremos ser felices ahora y aquí.