5º DOM-CUARESMA-B

viernes, 16 de marzo de 2012
25 MARZO 2012
5º DOM-CUARESMA-B
Juan 12,20-33. Si el grano de trigo cae en tierra y muere, da mucho fruto.


2 comentarios:

Paco Echevarría at: 16 marzo, 2012 18:42 dijo...

SI EL GRANO NO MUERE... (Jn 12,20-33)

Hay textos en los evangelios que confunden porque, más que enseñanzas, parecen acertijos o bien constituyen un desafío a lo que se entiende por sentido común. Uno de ellos es la respuesta que da Jesús a unos forasteros que habían acudido a Jerusalén a celebrar la Pascua y deseaban verle: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”. Es una metáfora tomada del mundo agrícola que él aplica a la condición humana y que viene a decir: sólo quien está dispuesto a la renuncia total hace fecunda su vida. Esto dicho de cualquier semilla es verdad, pero referido a la persona humana, en nuestro contexto sociocultural, puede parecer, al menos, discutible.

No obstante, si analizamos la metáfora, podemos sorprendernos por la profundidad y acierto del planteamiento. Sabemos que el grano de trigo encierra dentro de sí una secuencia genética que, en condiciones favorables, se desarrolla hasta alcanzar la plenitud en la espiga. En cierto modo el grano sólo es una espiga en proyecto y la espiga, el desarrollo total de las potencialidades del grano.

Al servirse de esta metáfora para hablar del ser humano, Jesús está proponiendo un camino para alcanzar la plenitud y, con ella, la dicha. Y lo hace sugiriendo -como buen educador y maestro- elementos para el despertar. Ante todo hace una clara defensa de la riqueza interior del individuo y de su capacidad para alcanzar el propósito de la vida; supone también que la vida tiene un propósito: no es, por tanto, azar, sinsentido o casualidad; apuesta por el dinamismo como clave de la existencia; y, sobre todo, coloca el amor que se manifiesta en la entrega en el centro del ser y del vivir. Es todo un proyecto de vida para el que quiera lanzarse a la aventura de alcanzar la plenitud.

Ciertamente este planteamiento choca con la propuesta que la sociedad, desde todos los ámbitos, parece hacer porque, el nuestro, es un mundo donde el centro de la persona se sitúa fuera de ella misma -en las cosas- y la meta, en bienes tan efímeros como el prestigio que da el éxito, el poder político o la fama. Somos víctimas de una cultura que potencia la imagen sobre la realidad, la apariencia sobre la identidad, el tener sobre el ser... La pregunta es: ¿somos felices así? Me temo que la respuesta de muchos será negativa y la de otros muchos, una evasiva. Vivimos en un mundo de sucedáneos y, desgraciadamente, nos conformamos también con un sucedáneo cuando se trata de la felicidad.

La propuesta de Jesús de Nazaret puede parecer absurda, pero eso no significa que lo sea. La renuncia a sí mismo, la generosidad, la entrega, la solidaridad, la búsqueda de lo esencial, la fe en la capacidad del ser humano, la interioridad, el ser... son peldaños que nos acercan a la estancia de la vida. El egoísmo, la vanidad, la superficialidad, la apariencia... ¿a dónde nos llevan?

FRANCISCO ECHEVARRÍA

Maite at: 19 marzo, 2012 18:27 dijo...

Hay gente que quiere ver a Jesús y necesita a alguien que haga de mediador, de amigo que presenta, para acercarse a Él. Ojalá seamos tales que esos, cuyo corazón les empuja a Jesús, puedan acudir a nosotros con la garantía de que somos los indicados, somos de los de Jesús, y abrimos el camino del encuentro personal con Él a todos los que quieren verle.

Jesús sabe que se acerca el momento, la hora de su pasión y muerte. No por ser también la de su exaltación y glorificación se le ahorra sufrimiento y dolor. Pero sabe que la vida y la fecundidad son consecuencia de la muerte, como le pasa a la semilla, que solo estalla para germinar y dar fruto si es sepultada bajo tierra.

Hay una forma de amarse a uno mismo que es la medida que Jesús nos pide para amar al prójimo. El que amándose se pierde es porque vive centrado en sí y pendiente de sí, haciendo de sí mismo la medida de todas las cosas, el que se cree, como solemos decir "el ombligo del mundo". Y hay una forma de aborrecimiento de sí que es la de aquel que sale de sí mismo para entregarse y servir, para ponerse en bandeja y exprimir su vida, gota a gota o a jirones, por los demás. La diferencia entre los dos es que el primero se pudre en su propio jugo y es agente de corrupción a su alrededor, y el segundo hace que broten, del olvido de sí, los frutos de vida, amor, bondad, justicia, verdad, libertad. El primero entenebrece lo que toca y donde está; amarga. El segundo está lleno de luz y la lleva adonde va.

Jesús siente su alma agitada, y quisiera no tener que pasar por este trance. Hay demasiada traición, demasiados intereses corruptos a su alrededor. Tinieblas engañosas y oscuras que quieren adueñarse de todo, muerte que pretende imponer su señorío. Y solo un camino para que se haga la luz, para dar vida: enterrarse y romperse para germinar.