BAUTISMO-C

domingo, 6 de enero de 2013

13 ENERO 2013
BAUTISMO DE JESÚS

LUCAS 3,15-16.21-22. Jesús se bautizó. Mientras oraba se abrió el cielo.

4 comentarios:

Paco Echevarría at: 06 enero, 2013 20:50 dijo...


EL PREDILECTO (Lc 3,15-16.21-22)

La misión de Juan Bautista era preparar al pueblo para recibir al mesías. Pero eran tan grandes los deseos de la gente que muchos empezaron a creer que era él. Consciente de su papel, no dudó en afirmar que ni era el mesías ni se le parecía. “Yo bautizo con agua (limpio los pecados para prepararle un pueblo bien dispuesto); él os bautizará con Espíritu Santo y fuego” (os dará una nueva vida y os transformará radicalmente). ¡Qué lejos está del protagonismo, la gran tentación de los enviados! Ver la necesidad, poner remedio y desaparecer para dejar que la vida siga su curso. En eso está la verdadera grandeza de los elegidos. Su miseria es pretender eternizarse. Y también su necedad, porque es de necios sentirse indispensables. Sólo Dios es Dios y, cuando un hombre come de la fruta prohibida -cae en la tentación de creerse dios-, sólo logra verse desnudo frente a sí mismo y frente a los demás. Reconocer los propios límites no ha de ser motivo de tristeza y frustración, sino, al contrario, porque es signo de extraordinaria grandeza de ánimo.

Jesús va más allá. Él era el esperado, pero actúa como uno más: se bautiza en un bautismo general, confundido con la gente del pueblo -no hay vergüenza en ello, sino honor- y se retira a orar, como todo el que necesita el auxilio divino. Pero el cielo se abre, el Espíritu desciende sobre él y una voz misteriosa lo proclama Hijo Amado de Dios. El profeta lo había deseado -¡Ojalá rasgaras el cielo y bajaras! (Is 64,1)-. Y el deseo se había visto al fin cumplido. El signo -la paloma- y la palabra -mi Hijo predilecto- se unen para mostrar al mesías. Más tarde él explicará su misión al aplicarse otro texto de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí. Me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres. Me ha enviado a rescatar a los cautivos, a devolver la vista a los ciegos, a liberar a los oprimidos y a proclamar el año de la gracia, el perdón de los pecados”. En adelante toda su vida -sus obras y sus palabras- no será sino un exacto cumplimiento de esta tarea.

Piensan algunos que el Evangelio es agua pasada y que los tiempos piden otras doctrinas y otro mensaje. Yo me pregunto si es cosa del pasado que los pobres reciban la alegría, que los hombres sean liberados de sus esclavitudes, que los espíritus confundidos vean la luz y que los humillados por sus debilidades y errores se sientan perdonados. Seguimos necesitando al Mesías que nos despierte de nuestra somnolencia y nos devuelva la ilusión de un futuro mejor. Él ha cruzado el río delante de nosotros y, desde la otra orilla, nos invita a seguir sus pasos sin miedo a las turbulencias. Jesús no es cosa del pasado porque es la voz de la esperanza.

Terminadas las pasadas fiestas, nos queda por delante un año entero para vivir, día a día, con el espíritu y el mensaje que él anunció, conscientes de que ser sus discípulos no consiste tanto en repetir sus enseñanzas cuanto en vivir conforme a ellas.


Francisco Echevarría

Maite at: 07 enero, 2013 21:29 dijo...

El bautismo fue para Jesús la experiencia decisiva que marca un antes y un después. Acude al Jordán con los demás y como ellos, en el marco de expectación que suscitaba Juan. Mientras oraba, el Espíritu descendió sobre Él y la voz del Padre le llamó su Hijo, el amado, el predilecto. Jesús ha acudido a un bautismo con agua confundido entre la gente, y el Padre le distingue entre todos y le bautiza en el Espíritu.

A partir de ahora Jesús es el siervo del que había hablado Isaías, el elegido. El que, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu, pasará haciendo el bien y curando a los oprimidos, sin quebrar la caña cascada ni apagar el pabilo vacilante, sin vacilar él mismo ni quebrarse. Ha sido llamado por el Padre que le ha hecho alianza de un pueblo y luz de las naciones. Por eso su misión será abrir los ojos de los ciegos, sacar a los cautivos de su prisión y de la mazmorra a los que habitan en las tinieblas.

La mayoría de nosotros no tenemos experiencia de nuestro bautismo y, sin embargo, hemos sido, por él, injertados en Cristo y ungidos, como Él, por la fuerza del Espíritu. Dejemos, cada día, resonar la voz del Padre que acaricia nuestra alma con su voz: tú eres mi hijo, mi hija amada; mi elegido, mi elegida. Y permanezcamos abiertos y disponibles a la misión que se nos encomienda, que no puede ser otra sino la de Jesús: llevar a los demás la luz, la alegría, la libertad, la sanación... Se nos ha ungido para pasar por la vida haciendo el bien, entregándola como Él, a jirones o gota a gota.

La mayoría de nosotros no éramos conscientes el día de nuestro bautismo y otros dijeron sí en nuestro lugar. Ahora y todos los días se nos llama a dar nuestro sí comprometido y personal. ¿Que no sentimos la fuerza del Espíritu ni la voz amante que nos interpela como a hijos y elegidos? Oremos, y dejemos que los ojos del Padre nos miren, dejemos al Espíritu lugar en nuestra vida, es mucho más fuerte que nosotros, y sigamos los pasos de Jesús, que pasa haciendo el bien como el siervo de Isaías: sin brillo, sin poder... estamos en camino.

Manolo Martín at: 14 enero, 2013 21:32 dijo...

SOMOS UNGIDOS

En el bautismo se añade al agua la unción con el óleo sagrado -el crisma- que ilustra el nombre del cristiano -que significa "ungido"- y que tiene su origen en el nombre de Cristo, al que "Dios ungió con el Espíritu Santo" (Hch. 10,38)
En el Sacramento de la Confirmación junto a la imposición de manos se nos unge de nuevo, confirmando así el bautismo con la plenitud de la unción recibida.
Y en la noche pascual renovamos nuestras promesas bautismales: como ungidos de Dios prometemos "vivir como El vivió" y anunciar la Buena Nueva como la anunció El. Hemos sido enviados en el nombre del Señor para anunciar el Evangelio a los pobres, a los cautivos la libertad, a los ciegos la vista, y a dar libertad a los oprimidos. En definitiva, para liberar de todo sufrimiento "pasando por el mundo -como Cristo- haciendo el bien".
Para esto somos ungidos y desde nuestro bautismo se comienza a escribir nuestro propio Evangelio.
H. Lewis lo describe con esta reflexión:
"Tú estás escribiendo tu evangelio,
a capítulo por día,
con las obras que realizas
y las palabras que dices.
Le gente está leyendo lo que escribes,
a ver si es verdad o mentira.
¿Cómo es tu Evangelio,
el Evangelio según tú mismo?"

¿Cómo terminará nuestro propio Evangelio?


Manolo Martín de Vargas.

Juan Antonio at: 15 enero, 2013 22:24 dijo...

Deberíamos celebrar nuestro Bautismo, como celebramos el día de nuestro santo o nuestro cumpleaños.
Y es porque ese día fue para nosotros, inconscientes de ello, lo más grande que nos pudo pasar y que de mayor fuimos asumiendo en la medida que crecíamos en edad y conocimiento hasta llegar a nuestra edad adulta, en la que, como nos dice S. Pablo en la 1ª Cor., "cuando era niño, pensaba como niño, hablaba como niño, discurría como un niño; cuando me hice un hombre acabé con las niñerías" y ese regalo de la fe con lo que conlleva y con lo que exige,es un regalo que ha de "aceptarse por un acto humano, un asentimiento con el que nuestra mente y nuestro corazón dice un SÍ a Dios, confesando que Jesús es el Señor" (Benedicto XVI en la Audiencia del 12-10-12).
Gozosa fiesta para todos, pero de profunda reflexión para nuestra vida de cristiano, de revisión y conversión, de renovación por nosotros mismos de las promesas bautismales y un seguimiento vivo y activo de Jesús, un vivir según su estilo de vida, que no es poco, si de verdad queremos ser "cristiano", seguidor del camino, seguidor de Cristo el Ungido y Hermano de todos.
Que gocemos de nuestra fe y la vivamos en el compromiso de cada día.