DOM-10C

domingo, 2 de junio de 2013
9 JUNIO 2013
10º DOM-C


Lucas 7, 11-17: ¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!

2 comentarios:

Maite at: 03 junio, 2013 21:40 dijo...

Nos encontramos hoy en medio de una multitud de gente. Jesús va camino de la ciudad de Naín con sus discípulos y mucho gentío. Cerca ya de la ciudad otro gentío considerable sale de ella para enterrar a un muerto, hijo único de su madre.

En medio de tanta gente la figura de esta mujer emerge ante los ojos de Jesús y a partir de ahora solo quedan los dos ante nosotros. Jesús ve a una madre que ha perdido a su hijo único, sola y sin consuelo para su dolor. Siente lástima y se dirige a ella: no llores.

Esta vez nadie ha pedido un milagro, no hay intercesores, pero Jesús ha mirado y ha sentido compasión. Él, el Señor de la Vida, se acerca al ataúd y ordena al muchacho que se levante. Después se lo entrega vivo a su madre.

Jesús no necesita dirigirse a Dios como Elías para vencer a la muerte. Le basta increpar a un muerto para devolverlo a la vida. Solo tiene que ver a una madre afligida para sentir compasión y consolar. Toda la gente, al ver lo sucedido, da gloria a Dios y reconoce que Él ha visitado a su pueblo.

El Señor pasa y se compadece de nuestro dolor, rescata nuestra vida del abismo de la muerte y nos hace revivir cuando bajamos a la fosa cambiando nuestro luto en danzas (Sal 29) Quien lo experimenta así tiene la mirada clara y el corazón despierto ante la muerte y el dolor ajenos, entrañas de misericordia y sentimientos de compasión.

Sigue pasando, Señor, y consuela a tantas madres que lloran a sus hijos muertos en vida; ponlos de nuevo entre sus brazos. Y a nosotros, seguidores tuyos, haznos como Tú, portadores de vida y consuelo, caravanas y procesiones de júbilo. Que te demos gracias siempre porque Tú nos has devuelto la vida.

Juan Antonio at: 10 junio, 2013 07:52 dijo...


Hoy tu Palabra nos trae el presente de la muerte y digo presente, porque la muerte está en nosotros, es de hoy y para siempre la acompañante de cada uno de los vivientes, es algo connatural a los seres vivos y el hombre no iba a ser menos.
Jesús a lo largo de los Evangelios son varias las veces que se encuentra con la muerte, como la de su amigo Lázaro, la hija de Jairo o el hijo de la viuda de Naim.
Sintió el dolor y el desgarro de la muerte y en el pasaje de Lázaro lloró por su amigo.
La humanidad de Jesús quedo patente ante los presentes en Betania, así como su divinidad en las trasfiguración.
Jesús sintió compasión, padeció—con y así en este pasaje, miró a la madre y tuvo compasión de ella.
Hoy, como siempre, los hombres seguimos preguntándonos por la muerte, por el dolor, el sufrimiento y no encontramos explicación racional, porque ante los misterios miramos con ojos de hombres, miramos con ojos de este mundo, miramos a nuestro alrededor, en lugar de mirar a Dios, a Jesús y a éste Crucificado, “escándalo para unos y locura para otros, pero poder y sabiduría de Dios para los llamados”, decía S. Pablo, porque Cristo es la razón de nuestro vivir y de nuestro morir, “si vivimos, vivimos en el Señor y si morimos, morimos en el Señor, en la vida y en la muerte, somos del Señor.
Cristo nos enseñó en su vida a luchar contra el dolor, la enfermedad y la miseria y con su vida y el final de la misma se sometió al dolor, y con su resurrección venció de los uno y de la otra.
En el Antiguo Testamento si leemos el Libro de Job, al final quedamos sorprendidos, cuando después de ese dialogo tan apremiante con sus amigos, llega por fin a Dios, del que nunca se apartó, y éste le dice ¿Dónde estabas tú, cuando…… y empieza la narración de la creación y la asistencia de Dios en todos los momentos y maravillas de la vida y Job le contesta, te conocías de oídas, ahora te han visto mis ojos.

Y nuestros ojos verán la Vida y viviremos esa Vida y gozaremos esa Vida, porque ya los cielos y la tierra son nuevos para el hombre, viviremos, aquí esa Vida que nunca se acaba, porque Dios es Dios de vivos y siempre estará con el hombre.