DOM-1ºADV-A

sábado, 23 de noviembre de 2013
1 DICIEMBRE 2013
1º DOM ADVIENTO-A

MATEO 24,37-44: Estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 23 noviembre, 2013 18:18 dijo...

ESTAD EN VELA (Mt 24,37-44)

Comienza el Adviento con un texto inquietante por la meta a la que apunta: la Navidad. Es ésta la fiesta en la que los cristianos celebramos el nacimiento de Jesucristo y los textos de la liturgia apuntan a la necesidad de velar y prepararse debidamente porque su primera venida, anticipo de todas sus venidas, fue misteriosa, desconcertante e inquietante. Misteriosa por el significado que tiene para nosotros: es la presencia en el mundo de un Dios que, cuando quiso y porque quiso, decidió nacer, vivir y morir como hombre; desconcertante por la apariencia: se muestra de un modo pobre y humilde; e inquietante porque nos advirtió que volvería de muchas formas y corremos el peligro de no reconocerle.

Los textos evangélicos nos ponen en guardia ante el peligro de no ver al Señor que llega encarnado en aquellos que son su presencia viva en medio de nosotros. No en vano la última parte del discurso al que pertenece este texto recoge la parábola de los talentos –“¿Qué habéis hecho con los dones que os he entregado?”– y el juicio final –“Tuve hambre y me disteis de comer...”–. El Dios que vino en forma humana sigue saliendo, cada día, a nuestro encuentro y hace falta tener los ojos y los oídos bien abiertos para reconocerlo en un niño recostado en un pesebre. Esa es la llamada que se nos hace en este primer domingo. Se trata de despertar del letargo para que no nos ocurra como a los contemporáneos de Noé, que no supieron comprender el momento en que vivían. Porque de eso se trata: de descubrir el significado del momento presente. Lo que viene, no es un diluvio de muerte, sino una inundación de vida y de amor. El riesgo es no darse cuenta y permanecer atrapados en el temor.

El misterio para el que nos preparamos es el misterio original de cristianismo: el misterio de la Encarnación. Su importancia es tal que, sin él, no puede entenderse la idea de Dios que predicó y encarnó en su vida Jesucristo –el Eterno y Misericordioso que se reviste de humanidad y de humildad–, su idea de hombre –el mortal revestido de divinidad y de dignidad– y su visión de la existencia, de la historia y del mundo –el lugar en el que ese Dios humilde y ese hombre divinizado se encuentran como un padre y un hijo–.

Si los creyentes no somos capaces de reconocer al Señor que llega humildemente, revestido de miseria y hasta de pecado, entonces es que hemos olvidado las enseñanzas del Maestro. Si no somos capaces de escuchar su voz en la miseria de nuestro tiempo, tampoco la oiremos en la grandeza de los libros que la conservan. El evangelio de este primer domingo, cuando nos advierte de la necesidad de vigilar, no se refiere a que nos encerremos en las iglesias para escuchar sus hermosas palabras, sino a que salgamos a los caminos, a las calles y a las plazas para verle y oírle porque es ahí donde está gritando y donde quiere ser oído. Abrir bien los oídos a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, sobre todo a los que sufren, porque es Dios quien habla en ellos: esa es la llamada.

Maite at: 26 noviembre, 2013 17:23 dijo...

Me gusta empezar este tiempo de Adviento con las palabras de Isaías: venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob. Y emprender el camino sabiendo que "Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas" Con el sueño y la esperanza, con el compromiso de "forjar de las espadas arados y de las lanzas podaderas" en la convivencia diaria, los siete días de la semana. Me gusta dejar que resuenen en mi corazón, una y otra vez, como grito instalado en las entrañas: Casa de Jacob, ven; caminemos a la luz del Señor"

Y estreno el nuevo ciclo litúrgico con ilusión, "qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor", con hermanos y hermanas, compañeros de camino, con los mismos sueños de paz y bien para todos.

Otra voz, la de Pablo, resuena en mis oídos, como guía seguro que me invita a vivir espabilada, consciente del momento en que me encuentro, el hoy y ahora de la gracia. Y una exigencia: dejar las actividades oscuras de las tinieblas, purificando pensamientos, palabras y obras, que han de ser las de una hija de la luz del día, vestida de Jesucristo. Desterrando, como apunta en otro sitio, la amargura, la ira, los enfados y cualquier forma de maldad.

El Adviento me recuerda que el Señor vendrá y mi actitud ha de ser la de velar, estar preparada y despierta, esperando al que mi corazón aguarda y anhela. Porque cuando se ama solo se espera eso del amado: que venga.

Juan Antonio at: 27 noviembre, 2013 18:41 dijo...

El Papa acaba de publicar su primera Exhortación Apostólica, Evangelii Gaudium, LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO y no puedo menos que copiar el párrafo primero y podría muy bien terminar esta reflexión, diciendo leámonos la exhortación que es un texto muy apropiado para el tiempo de Adviento que comenzamos, tiempo de vigilancia, de preparar los caminos torcidos de nuestras vidas y llenarnos de una inmensa esperanza en Dios que viene.
No he leído aún la Exhortación pero el primer párrafo ya nos llena de alegría ””1. La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús.””
Este es el Adviento salir al encuentro de Dios que viene a la humanidad hecho niño débil, carne de nuestra carne para elevarnos de nuestras debilidades a la gran dignidad de los hijos de Dios.
El Evangelio de este primer Domingo nos anuncia una preparación, una vigilancia en nuestras vidas, una esperanza, porque Dios vendrá a salvarnos, cosa que el Papa Francisco proclama en su exhortación, como el gozo sentido por los profetas Isaías, Zacarías y Sofonías, por la alegría de la salvación de la que participa la creación entera.
Preparemos nuestros corazones, enderecemos nuestras vidas, corrijamos nuestros defectos y confiemos, pese a nuestras debilidades, que Jesús, el Cristo, viene.
El Adviento es el tiempo de la esperanza, y como toda esperanza implica una vigilancia, un estar activo en la espera, un repasar, como los centinelas, los acosos de los enemigos, enemigos que tenemos en nosotros, malestar que nos da esa sensación de desasosiego, malestar de miedo o respeto al compromiso, malestar en despertar de nuestra comodidad y pereza, ya soy mayor, ya no puedo cambiar, ya… para qué, pues hoy, este Domingo, el Señor nos dice que nunca es tarde, que siempre podemos iniciar una nueva vida, siempre y cuando queramos empezar, pues para el no tiene rumbo, nunca hay buen viento.
Busquemos la alegría del Evangelio en ese documento que el Papa nos ha dejado, hagámoslo carne de nuestra carne en este Adviento y viviremos ese Nacimiento de Dios en nosotros, meditemos, oremos la Palabra de Dios de estos días, y los de siempre, pero más en los tiempos fuertes de espera y conversión, pero con la alegría de que lo está viendo Dios y no los hombres, los hombres verán nuestro testimonio en nuestro día a día.
Vamos alegres a la casa del Señor, nos repite el salmista y Pablo nos recuerda el momento que vivimos, momento de dejar las actividades de las tinieblas y vivir la Luz de Cristo.