DOM-RAMOS-B

domingo, 22 de marzo de 2015
29 MARZO 2015
DOMINGO DE RAMOS

Mc 15, 1-39. Llevaron a Jesús al Gólgota y lo crucificaron. Jesús, dando un fuerte grito, expiró.

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 22 marzo, 2015 13:26 dijo...

SOBRE UN ASNO

Una de las veces que subió a Jerusalén, Jesús entró en la ciudad montando un asno mientras era aclamado por la gente que enarbolaba ramas de olivo. No fue un gesto casual, fruto de la improvisación, sino perfectamente calculado, como lo prueba el hecho de que, previamente, mandara a sus discípulos a buscar el animal. La razón está en la profecía de Zacarías que había dicho: “¡Alégrate, Jerusalén! Mira a tu rey que llega justo, victorioso y humilde, sobre un burro... Destruirá los carros, los caballos y los arcos de la guerra y dictará la paz a las naciones”. El caballo era el animal de la guerra, el asno era el animal de la paz. Quien entra así en Jerusalén es el rey de la paz. El pueblo entendió el signo y por eso lo acompaño con ramas de olivo, también símbolo de paz.

Contemplar a Jesús entrando así en Jerusalén, en estos momentos en que el caballo rojo de la guerra cabalga por el desierto dejando una estela de muerte y destrucción, resulta sobrecogedor porque despierta en uno sentimientos contrapuestos de nostalgia y esperanza: nostalgia porque el deseo de paz, siempre presente entre los hombres, nunca se ha visto plenamente cumplido; y esperanza porque, a pesar de todo, no renunciamos a la utopía de un mundo justo y fraterno.

Pero hasta en esto podemos engañarnos y llamar paz a cualquier cosa para conformarnos y acallar nuestra insatisfacción, olvidando que la paz no es sólo ausencia de guerra, sino que es, sobre todo, plenitud de dicha. El árbol de la paz tiene muchas ramas y todas son necesarias: la paz es sentirse seguro sin miedos ni temores; es vivir la concordia de una vida fraterna basada en la confianza mutua; es la suma de todos los bienes que otorga la justicia; es la unión de las voluntades y de los esfuerzos para construir un mundo más humano en el que nadie sobre, en el que todos quepan y se sientan respetados.

Pero la auténtica paz es frágil como la arcilla y los golpes de la soberbia o el egoísmo la rompen, primero en el interior de las personas, luego en la relaciones interpersonales; de ahí salta a la convivencia en el seno de los pueblos y termina cortando los lazos que unen a las naciones. La violencia es como una sombra que va invadiendo el espacio humano y dejando tras de sí un reguero de muerte, destrucción, sufrimiento y tristeza. A medida que avanza, arrincona la paz.

Sólo cabe esperar que todos los hombres de buena voluntad, sin distinción de credo, raza, lengua, cultura o nacionalidad entonen el canto de la paz y que su voz suene tan fuerte que ahogue el ruido de la guerra y los gritos de los violentos. Que el Príncipe de la Paz bendiga a la humanidad y, como dice el profeta Isaías, derive hacia ella la paz como un río, como un torrente en crecida que inunde el valle de la muerte y lo convierta en el valle de la vida.

FRANCISCO ECHEVARRÍA

Maite at: 24 marzo, 2015 19:10 dijo...

Santa Teresa pasó muchos años sintiéndose dividida entre dos amores: Dios y el mundo, entendiendo por éste todo lo vano que pasa y no vale nada. Sentía que no se daba del todo a un Dios que sí se entrega sin medida. Por eso llegó a dejar la oración durante un año, incapaz de cultivar ese trato de amistad en medio de tanta infidelidad al Amigo por su parte.

En este contexto, cuando oraba, le gustaba contemplar la pasión del Señor, y se paraba, de modo especial, en la oración del huerto. Le parecía que el Maestro se hallaba tan solo y dolorido en este trance que cualquier compañía, incluso la suya, podía servirle de apoyo y consuelo.

Durante esta Semana Santa podemos acercarnos a la pasión del Señor con estos mismos sentimientos, con el deseo de acompañarle. Podemos tener los ojos y los oídos bien abiertos, pues durante estos días, si acogemos con atención la Palabra, recibimos la mayor y mejor enseñanza sobre el seguimiento y el discipulado de Jesús, sobre el cristianismo, en definitiva. Podemos descubrir toda una sinfonía de actitudes, prioridades, valores; un talante y un estilo de hacer, de estar, de ser. Todo manifestando el amor del Padre y el amor de su Hijo por nosotros. Un amor hecho de ofrenda y entrega hasta la muerte más injusta de cruz. Un camino de despojo y abajamiento, de pasión por el Reino, que acaba violentamente, sazonado con la traición y el beso de un amigo, una caricatura de juicio con los peores actores, las negaciones del más querido, calumnias, injurias de la chusma que respira el odio de los poderosos de turno.

También hay una mujer sin nombre que derrama sobre la cabeza de Jesús un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; un mal amigo que rompe a llorar cuando se da cuenta de su traición; unas mujeres que jamás le han abandonado y nunca lo harán; José de Arimatea, que le echa cara y va a pedir a Pilato el cuerpo de Jesús para darle sepultura.

También estamos tú y yo, que no queremos que esta Semana Santa sea una más.

juan antonio at: 26 marzo, 2015 14:48 dijo...

Esta semana nos presenta la Palabra de Dios, la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén y por otro la muerte en Cruz, la exaltación desde un recibimiento alegre hasta una entrega total y gloriosa.
Jesús entra en Jerusalén humilde como nadie, sencillo como el primero, es recibido por el pueblo llano y deseoso de una salvación, sin saber que esa no era la salvación, que ésta vendería con el dolor y la muerte humillante, salvadora y redentora.
Hoy Jesús dirige al Padre la súplica más tremenda que se ha podido escuchar en este mundo, no sé si es queja, petición de explicación o simple expresión del Hijo al Padre manifestandole ese olvido en el que se encontraba colgado de la Cruz, colgado de nuestros pecados, y siente la soledad, el abandono en su fidelidad al amor que nos trajo a la tierra.
El hombre se siente solo, en muchas ocasiones, pese a la bulla que nos rodea. Si nos paramos unos minutos, podemos ver que todos los que nos rodean van a lo suyo, cada uno a sus asuntos, a sus preocupaciones, cada cual con sus ruidos, cada cual con su vida, solo, corriendo, porque esta es nuestra característica, la prisa, prisa para qué, para ganar, para acumular, para tener y seguimos sin escuchar y menos sin comprender aquella parábola del que tuvo una gran cosecha y aumento sus graneros, sus ganancias y se dijo......, ¡pero que miserables somos!, pues no sabemos mirar para los lados, ni mirar para arriba, nos miramos cada uno nuestro dios ombligo.
Por qué me has abandonado?
Por qué hemos abandonado a Jesús en tantos y tantos hermanos que necesitan de nuestra compañía, nuestro consuelo, nuestra mano, más que de nuestro dinero y de nuestras cosas, porque si damos sin darnos, como Jesús se dio, no hemos dado nada.
He estado en el hospital los últimos seis días y muchas veces me he preguntado ¿y aquel que está solo?, ¿y aquella que la familia no viene a ver?; no queremos dar molestias a nadie, pero nos consuela tener una mano a nuestro lado para que nos ayude, alguien que nos pregunte como estamos, qué necesitas........
La soledad, pese a al alboroto que tenemos, es una realidad en nuestras vidas y la gran lección de Jesús en su abandono, no es otra que la de su entrega, de su amor, de su vida para que tengamos vida, para que sigamos su estilo, que no es otro que su amor, del que hará su único mandamiento y todavía, siendo uno solo, no llegamos a cumplir en una décima parte, esa es la hipocresía de los cristianos, decir que creemos y no practicamos.
Virgen de los Dolores, tú sabes más que nadie de las alegrías y de las penas, de la entrega y la disponibilidad, de lo que es decir sí con el corazón en los labios y en el don de uno mismo, ayúdanos a decir siempre AMEN