DOM-33-B

lunes, 9 de noviembre de 2015
15 NOVIEMBRE 2015
DOMINGO 33-B

Mc 13,24-32. Reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos.

2 comentarios:

Paco Echevarría at: 09 noviembre, 2015 12:36 dijo...

EL FINAL (Mc 13,24-32)
Cuando falta poco para terminar el año litúrgico, la atención se dirige al fin del mundo, un tema que ha preocupado a hombres de todos los tiempos y culturas. Utilizando el lenguaje y la simbología de la apocalíptica de su tiempo, Marcos habla de un modo que -a primera vista- nos inquieta y desasosie¬ga. Del fin del mundo unos tienen una visión catastrofista. Piensan que la historia humana está llamada al fracaso y las grandes desgracias no son sino el castigo de la soberbia y el pecado de los hombres. Cuando todo se haya derrumbado, Dios intervendrá para restaurar todas las cosas y barrer del mundo a los pecadores. Es la idea presente en los milenarismos tan en boga hoy día, predicados y anunciados por algunas sectas. La verdad es que esta visión del mundo y de la historia refleja la imagen de un Dios insensible a las desdichas humanas, pues espera a que todo fracase para intervenir y así demostrar su poder y su fuerza. ¿Qué le impide actuar antes y evitar tanta desgracia y tanto sufrimiento? El Dios de los catastrofistas no tiene nada que ver con el Padre misericordio¬so del que habla Jesús. A éstos les dice que no hagan números pues nadie sabe -ni en el cielo ni en la tierra- el día y la hora, sólo el Padre.

Otros piensan de modo más optimista. Creen que el mundo y la historia caminan hacia su plenitud en un proceso creciente de desarrollo. Para éstos, Dios -como el sembrador- puso buena semilla y ahora sólo espera que la sementera madure para llenar su granero. El mundo terminará y también la historia, pero será para dar paso a una nueva creación. El Dios en el que creen no tiene ya nada que hacer, sólo esperar. Esta mentalidad es la que inspira la Nueva Era, marcada por el pensamiento oriental y la gnosis de los primeros siglos.

La verdad es que sobre el final no sabemos nada. El Apocalipsis y otros escritos bíblicos utilizan, al hablar del tema, un lenguaje simbólico que se nos escapa en gran parte. Además: no es una de las preocupaciones de un cristiano conocer cuándo o cómo será el fin del mundo. La parábola de la higuera expresa nuestra postura ante este tema. Se trata de estar atento y comprender el significado del momento presente. El mundo es un campo de batalla en el que el Reino de Dios trata de abrirse camino en medio de no poca resistencia y oposición. La tentación es desfallecer y abandonar, una vez perdida la esperanza. Las Escrituras dicen que el final -por muy grande que sea la adversidad- siempre será de Dios. Él vendrá y reunirá de los cuatro vientos a los que hayan dispersado las tormentas de la historia. Lo que el Evangelio dice sobre el fin no son, pues, palabras para la inquietud, sino para la confianza. Por mucha que sea la tribulación que nos aguarda, no debemos temer porque el Señor vendrá en nuestra ayuda. Las dos primeras posturas invitan a huir del presente: una por miedo, otra por ilusión. El cristiano sabe que su tarea -su misión- es construir aquí y ahora el Reino de Dios. El futuro está seguro porque está en sus manos.

Maite at: 10 noviembre, 2015 19:20 dijo...

Los que seguimos a Jesús sabemos que el cielo y la tierra pasarán, pero no cómo, y que lo importante es que sus palabras no pasarán. Tampoco sabemos el día y la hora en que eso tendrá lugar, pero sí que lo más importante para nosotros son el día de hoy y esta hora en que vivimos. Jesús nos exhorta a aprender a discernir los signos y los tiempos de la primavera, pues nuestra tarea es hacerla posible.

Las imágenes apocalípticas, los finales, los cambios y lo nuevo nos dan miedo. El desconocimiento del futuro y su incertidumbre nos provocan inseguridad y angustia. Por eso nos ponemos en manos de Dios, a quien sí conocemos, y en él confiamos y esperamos.

Por eso le pedimos, con el salmista, que nos proteja, y nos refugiamos en él, que es el lote de todas nuestras riquezas. Confiamos nuestra suerte a sus manos, con la certeza de que en todo momento está a nuestra derecha. Encontramos la alegría y la paz al saber que la muerte no tendrá la última palabra, pues después de esta vida nos espera la VIDA. Para siempre.

Hubo tiempos difíciles, los hay y los habrá, pero Dios y sus ángeles guían la historia de la salvación, y los que siguieron el camino de la sabiduría brillarán en el firmamento, y los justos, como estrellas; todos los que abrazaron el seguimiento del Maestro y el camino de la entrega, como él. Los que hicieron suyos sus sentimientos y pasaron haciendo el bien.

No sabemos cuándo ni cómo llegarán el cielo nuevo y la tierra nueva pero a través de dolores de parto, con toda la creación, cada uno podemos ser parte de su alumbramiento siendo fieles a las palabras del Señor que no pasan, creyendo y esperando en ellas con todas nuestras fuerzas.