ASCENSION

domingo, 1 de mayo de 2016
8 MAYO 2016

ASCENSION

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 01 mayo, 2016 18:04 dijo...

A LO MÁS ALTO (Lc 24,46-53)


San Pablo, explicando el misterio de Cristo a los filipenses, lo presenta como un movimiento de humillación, una especie de descendimiento desde lo más alto -la condición divina- hasta lo más profundo -la muerte en la cruz-, seguido de un movimiento inverso, ascendente, hasta alcanzar de nuevo la cumbre. Responde esto a una experiencia humana fundamental según la cual sólo cuando se toca fondo se comprende que el único camino es hacia arriba. Esta ley de vida tiene su complemento en la contraria: todo lo que alcanza el cenit inicia su propio ocaso. Esto es algo que no deberían olvidar los grandes de este mundo, pues la historia llena de hombres que lograron grandes imperios de los que sólo quedan restos arqueológicos. No hay grandeza humana que resista el tiempo.

El descendimiento de Cristo de lo divino a lo humano fue visto como un acto de humildad y su ascensión como un triunfo. No suele ocurrir así en el mundo de los hombres, donde el descendimiento es -habitualmente- un proceso de perversión y autodestrucción. Tocar fondo significa -las más de las veces- sentir que se ha desdibujado casi por completo lo divino en nosotros. Por eso la subida sólo es posible de la mano de uno más fuerte y no es mérito ni triunfo personal, sino gracia y salvación.

La ascensión de Cristo significa, para los cristianos, que Dios ha descendido a lo más profundo para tomar en sus brazos todos los espíritus y elevarlos consigo hasta el lugar previsto en su designio. Éste es el concepto cristiano de salvación frente a otras religiones que lo entienden como resultado del esfuerzo humano. Para ellas, la salvación consiste en conquistar el mundo de los dioses y llegar a ser uno de ellos. Las más elevadas proponen la verdad y la rectitud moral como el camino más adecuado para lograrlo. En el cristianismo, por el contrario, la salvación es un don que Dios concede a todo el que lo acepta. El camino es la fe y la confianza en él. La verdad y la rectitud moral sólo son una indicación de que se avanza por la senda verdadera.

Había sido anunciado en la Escrituras que el Mesías iba a morir y resucitar y que se predicaría en su nombre la salvación y el perdón de los pecados a todos los hombres. Perdón y salvación van siempre unidos. Gracias a ello, se asientan los cimientos de la esperanza cristiana. La resurrección de Cristo significa que estamos llamados a la plenitud. Su ascensión al cielo completa la idea afirmando que esa plenitud es para siempre. Por ellos nos hace sentir una serena nostalgia de la patria definitiva y alimenta en nosotros el deseo de alcanzar la gloria de nuestro único y verdadero Señor. La seguridad de la meta hacia la que caminamos da sentido al camino que recorremos y da ánimo en la lucha sobre todo en los momentos de mayor oscuridad. Sólo quien sabe a donde va acierta en la elección del camino. Y sólo quien tiene una razón lo recorre completo.

Francisco Echevarria

Maite at: 04 mayo, 2016 19:18 dijo...

San Agustín, en sus sermones, da una hermosa clave para la contemplación en este día:

"Nuestro Señor Jesucristo ascendió al cielo tal día como hoy; que nuestro corazón ascienda también con él.

Él fue exaltado sobre los cielos, pero sigue padeciendo en la tierra todos los trabajos que nosotros, que somos sus miembros, experimentamos.

Mientras él está allí, sigue estando con nosotros, y nosotros, mientras estamos aquí, podemos estar ya con él allí"


Lucas, en los Hechos de los Apóstoles, narra la ascensión del Señor al cielo. Nosotros, que sabemos como ellos que Jesús está vivo, recibimos con ellos la promesa del Espíritu Santo. Él nos da la fuerza para ser sus testigos, porque somos misioneros, enviados, no nostálgicos que se quedan plantados mirando al cielo. Y Jesús no nos deja huérfanos ni solos.

Recibimos su bendición para ser portadores de ella; para ser, nosotros mismos, una bendición para todos. Testigos de la conversión a Dios, del perdón de los pecados, de la ternura y la misericordia del Padre, del amor, la vida y la paz.

La Ascensión del Señor es el pistoletazo de salida para ir y dar todo lo que hemos recibido quienes hemos comido y bebido con él.

juan antonio at: 04 mayo, 2016 19:36 dijo...

Han pasado cuarenta días de la vida desde la resurrección del Señor hasta la subida a la derecha del Padre, donde los discípulos se quedan ya solos en la tierra, esperanzado ser revestido de poder desde lo alto, hasta la venida del Espíritu.
La primera lectura termina con la pregunta de los dos hombres vestidos de blanco (Moises y Elias?) Galileos ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?.
En el sentir de algunos, con esa vuelta gozosa de los Apóstoles a Jerusalén, es cuando empieza de verdad la Iglesia, su constitución, pues en los versículos siguientes nos dice que se reunieron los once, nombrándolos por sus nombres, y todos ellos perseveraban unánimes en la oración, con las mujeres y María la Madre de Jesús y sus parientes.

Así pues la Iglesia nace de la vivencia de la marcha gozosa de Jesús y de la oración en la que permanecían a la espera de la promesa de ser revestidos de poder desde lo alto, es decir de recibir el Espíritu Santo.

Cuando llegue Pentecostés, la próxima semana, llegará en envío, a esa misión que Jesús les encarga, ser sus testigos, predicando la conversión en su nombre para el perdón de los pecados a todas las naciones.

Ahora toca sentirnos Iglesia, sentirnos testigos, llenarnos de la vida de Jesús por la oración, por la convivencia en la adorable espera.

Yo me atrevería a decir en reflexión propia, hasta donde me considero Iglesia, hasta donde me considero hermano de otros hermanos, pues cristianos somos una gran variedad de comunidades, separadas por conceptos e intereses propios.

En cada misa que celebramos, hay una parte de la plegaría eucarística, la llamada “epiclesis” que dice así, “Te pedimos humildemente que el Espíritu santo congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y de la Sangre de nuestro Señor”, momento que hay algunos sacerdote en que hace un momento de silencio y en el que podemos pedir por la tan ansiada unidad de los que nos llamamos cristianos, cosa que ni una vez al año hacemos en el llamado Octavario por la Unión de las Iglesias, pues en muchas parroquias pasa sin pena ni gloria, ni mención se hace de ello en los días ocho al dieciocho de Enero de cada año.

Pidamos por nuestra Iglesia, tan necesitada de ser librada de tantos escaramujos como se le han ido pegando con el correr de los siglos, limpiémosla de lo que le sobra, dejemos las farándulas eclesiales y vayamos al grano, al Evangelio, que parece que nos da miedo meditar, no sea que me pida compromiso, exigencia nueva, un darme, un hacer por los demás, lo mínimo, pero hacer.

Qué hacemos, buscamos a Dios en lo que hacemos para encontrarlo en lo que acontece?

María Madre de todos los hombres, ayúdanos a estar recunidos en oración con y por toda la Iglesia, AMEn