DOM-29C

domingo, 9 de octubre de 2016
16 OCTUBRE 2016

DOM-29C

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 09 octubre, 2016 18:13 dijo...

LA PLEGARIA (Lc 18,1-8)

Hay males que tienen su origen en la condición humana y, si bien son fuente de dolor, sufrimiento o incomodidad, su aceptación es signo de humildad y realismo. Ante estos males, la oración de un creyente ha de ser pedir ser liberados de ellos o, al menos, recibir la fuerza necesaria para soportarlos sin desesperación. Ésta es la plegaria, por ejemplo, del enfermo o el desafortunado. Pero hay males que tienen su origen en un corazón perverso e injusto. También estos son causa de grandes sufrimientos para los débiles. De esos habla la parábola de Jesús con la que explica la necesidad de insistir en la plegaria.

Ante situaciones de injusticia, el recurso es exigir que los magistrados obren según su deber, pero ¿qué pasa cuando éstos no lo hacen y el injustamente tratado no puede reclamar su derecho porque está en situación de debilidad? En estos casos el humilde mira al cielo y clama:“¿Hasta cuándo, Señor?”. En esos momentos, la plegaria brota de la conciencia de que sólo el cielo puede poner remedio a nuestros males. Pero el tiempo del hombre es tan corto que resulta difícil esperar a que Dios intervenga. Y surge la pregunta: “Si puede hacerlo ¿por qué no lo hace ya? ¿a qué espera?”. Y, tras ella, viene la impaciencia. Y tras la impaciencia el abandono de la plegaria y la desesperación.

A los oyentes de Lucas –hombres poco expertos en eso de la oración– Jesús les advierte que es necesario perseverar. Y no porque Dios se haga rogar y guste de la insistencia de los hombres para conceder sus dones, sino porque es necesario medir el tiempo con el reloj de Dios. La insistencia en la plegaria es una forma de adecuar el pensamiento y el ánimo al ritmo de Dios. Si los hombres ceden ante la insistencia aunque sólo sea para que les dejen tranquilos, ¿cuánto más Dios oirá la llamada de sus elegidos? Es la confianza lo que sostiene la plegaria.

El final recoge una pregunta inquietante: “Cuando venga el Hijo del hombre ¿encontrará esta fe en la tierra?”. Corren vientos de increencia y muchos se dejan arrastrar por ellos. El mundo de hoy es tan autosuficiente que ha dejado de mirar a lo alto porque piensa que sobre el cielo no hay nada: “Todo depende de nosotros. Sólo depende de nosotros. Esperar un poder sobrenatural que nos salve es una espera inútil”. Así opinan hoy muchos que se consideran pensadores. El problema es que su respuesta no responde a las grandes preguntas. Si fuera del círculo no hay nada ¿qué valor tiene lo que está dentro de él? Cuando el Hijo del hombre venga a la tierra tal vez no encuentre fe sobre ella. Pero lo más trágico es que tampoco encontrará esperanza. Sólo hombres de corazón vacío y mirada perdida.

La falta de fe es una de las consecuencias del pragmatismo. Pero no nos engañemos. No ha caído la fe porque ésta no cuente. Ha caído la fe porque se están derrumbando los valores que dan sentido a la vida arrasados por el pragmatismo reinante. M. Buber habla del eclipse de Dios –no de ocaso o muerte– y, ya se sabe, cuando hay eclipse no se apaga el sol, simplemente la tierra queda sumida en la oscuridad.

Maite at: 11 octubre, 2016 20:54 dijo...

Jesús enseña a sus discípulos que tienen que orar sin desanimarse y propone una parábola singular, con una pobre viuda que afronta una situación desesperada: ha de pedir justicia, ella, que no importa a nadie, a un juez desnaturalizado que no se conmueve por nada y a quien nadie importa. Sin embargo la viuda acaba llamando la atención del juez por su insistencia, lo único que le queda.

Tampoco Moisés, en la escena del libro del Éxodo, tiene fácil la oración. Intercede por el pueblo, que ha de salir victorioso en la batalla, pero la oración es ardua y le faltan las fuerzas. Necesita dos hombres para sostenerle hasta la puesta del sol y la victoria de Josué.

Jesús pide insistencia y perseverancia en la oración, y pide, sobre todo, fe. Solo la confianza y el abandono en aquel a quien se acude, se pide o ante quien se intercede, hacen posibles la insistencia y la perseverancia. Solo se insiste y se persevera ante quien sabemos que escucha, atiende y entiende, nos ama y vela por nosotros, y sabe, de verdad, qué nos hace falta, cuándo y cómo.

El salmista clama: "¿De dónde me vendrá el auxilio?" La fe le responde que viene del Señor, su guardián, que no duerme ni reposa cuando vela por él; que le guarda y protege junto a sí en toda circunstancia y lugar.

Pablo exhorta a Timoteo a encontrar la sabiduría que necesita en la Sagrada Escritura, y apunta al aspecto más importante de la oración: la escucha de la Palabra de Dios.

Nos dirigimos mejor a Dios si antes le escuchamos y aprendemos en su Palabra qué hay en su corazón, su amor por nosotros, su misericordia y ternura, su preferencia por los últimos, su forma de actuar, sus tiempos y ritmos, tan distintos de los nuestros. Y encontramos ahí un instrumento precioso, palabras eficaces de fuerza y luz, de amor y paz, de perdón, para enseñar, reprender, corregir, educar y practicar toda obra buena.

Lo que mucho vale, mucho cuesta. Santa Teresa decía que la oración es una reina que siempre tiene acceso al rey, pero eso no la hace más fácil, sino más esforzada, más entregada, más empeñada y comprometida, como la de Moisés, la del salmista, la de Pablo, la de la viuda del Evangelio.

juan antonio at: 12 octubre, 2016 13:30 dijo...

El tema que esta semana nos trae la Palabra de Dios es la oración perseverante
La oración nos une a Dios, nos mantiene en su presencia y ésta la vivimos a lo largo del día si lo hacemos oración con nuestro ofrecimiento y entrega diaria.
La oración no es un trueque, yo te rezo y tu me das, no, la oración es, lo dicho, esa unión con Dios, en alabanza, agradecimiento (como el domingo pasado), petición a un Padre bueno revelado por Cristo en su palabra y en su vida, en ese estilo que nos dejó en los Evangelios, por ello partiendo de la Palabra revelada, podemos llegar, no solo al conocimiento, sino a esa unión intima con Dios.
La perseverancia nos la explica muy bien el maestro de la hoja, al decirnos que Dios quiere que nos adoptemos a los ritmos suyos y en ese llegar al corazón de Dios, tenemos que ser capaces de escuchar con más fuerza las exigencias de justicia que llegan hasta su corazón de Padre, los gritos de los débiles, de los frágiles, de los que no tienen nada y tienen que movernos a esa fe activa a que nos referíamos la pasada semana, es decir a darnos en oración y en acción, olvidándonos de nosotros y buscando con Dios un mundo más justo para todos.
Cantemos con el salmista, el auxilio me viene del Señor que hizo el cielo y la tierra, y con ello proclamamos su cercanía si logramos verla en los demás.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos en la oración, tú que estuviste con los apóstoles en aquella espera gozosa del Espíritu, en santa oración. AMEN