1º ADV-A

sábado, 19 de noviembre de 2016
27 NOVIEMBRE 2016

1º DOM ADVIENTO-A

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 19 noviembre, 2016 21:27 dijo...

ESTAD EN VELA (Mt 24,37-44)

Comienza el Adviento con un texto inquietante por la meta a la que apunta: la Navidad. Es ésta la fiesta en la que los cristianos celebramos el nacimiento de Jesucristo y los textos de la liturgia apuntan a la necesidad de velar y prepararse debidamente porque su primera venida, anticipo de todas sus venidas, fue misteriosa, desconcertante e inquietante. Misteriosa por el significado que tiene para nosotros: es la presencia en el mundo de un Dios que, cuando quiso y porque quiso, decidió nacer, vivir y morir como hombre; desconcertante por la apariencia: se muestra de un modo pobre y humilde; e inquietante porque nos advirtió que volvería de muchas formas y corremos el peligro de no reconocerle.

Los textos evangélicos nos ponen en guardia ante el peligro de no ver al Señor que llega encarnado en aquellos que son su presencia viva en medio de nosotros. No en vano la última parte del discurso al que pertenece este texto recoge la parábola de los talentos –“¿Qué habéis hecho con los dones que os he entregado?”– y el juicio final –“Tuve hambre y me disteis de comer...”–. El Dios que vino en forma humana sigue saliendo, cada día, a nuestro encuentro y hace falta tener los ojos y los oídos bien abiertos para reconocerlo en un niño recostado en un pesebre. Esa es la llamada que se nos hace en este primer domingo. Se trata de despertar del letargo para que no nos ocurra como a los contemporáneos de Noé, que no supieron comprender el momento en que vivían. Porque de eso se trata: de descubrir el significado del momento presente. Lo que viene, no es un diluvio de muerte, sino una inundación de vida y de amor. El riesgo es no darse cuenta y permanecer atrapados en el temor.

El misterio para el que nos preparamos es el misterio original de cristianismo: el misterio de la Encarnación. Su importancia es tal que, sin él, no puede entenderse la idea de Dios que predicó y encarnó en su vida Jesucristo –el Eterno y Misericordioso que se reviste de humanidad y de humildad–, su idea de hombre –el mortal revestido de divinidad y de dignidad– y su visión de la existencia, de la historia y del mundo –el lugar en el que ese Dios humilde y ese hombre divinizado se encuentran como un padre y un hijo–.

Si los creyentes no somos capaces de reconocer al Señor que llega humildemente, revestido de miseria y hasta de pecado, entonces es que hemos olvidado las enseñanzas del Maestro. Si no somos capaces de escuchar su voz en la miseria de nuestro tiempo, tampoco la oiremos en la grandeza de los libros que la conservan. El evangelio de este primer domingo, cuando nos advierte de la necesidad de vigilar, no se refiere a que nos encerremos en las iglesias para escuchar sus hermosas palabras, sino a que salgamos a los caminos, a las calles y a las plazas para verle y oírle porque es ahí donde está gritando y donde quiere ser oído. Abrir bien los oídos a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, sobre todo a los que sufren, porque es Dios quien habla en ellos: esa es la llamada.

Maite at: 22 noviembre, 2016 18:54 dijo...

Comienza el Adviento y una vez más el Evangelio nos exhorta a estar preparados y en vela, esperando a Jesús que llega; atentos y despiertos. ¿Cómo hacerlo?

San Pablo nos da pistas. Se trata de ser conscientes del momento presente, de nuestra realidad cotidiana. La conversión del Adviento pasa por dejar las actividades de las tinieblas y caminar en la luz, renunciar al consumismo desenfrenado y optar por un estilo de vida sobrio y sano, sin abusos de nada ni de nadie, cuidando la convivencia con los demás, siendo otros cristos que pasan haciendo el bien, sembrando vida y salud, misericordia y liberación; al servicio de los demás.

Permanecer atentos y despiertos, en vela y a la espera es estar vivos de verdad, en sintonía profunda con lo que nos rodea, sensibles a la realidad de nuestros hermanos y en comunión con los que más sufren. Es la mejor manera de encontrar un sentido a nuestra vida.

En este camino de Adviento que iniciamos acogemos la llamada de Isaías: "Casa de Jacob, ven; caminemos a la luz del Señor" Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas, sin lanzas ni espadas, sin más antorcha que la luz de su Palabra que nos orienta y guía.

Qué alegría cuando me dijeron: "Vamos a la casa del Señor"

juan antonio at: 24 noviembre, 2016 18:06 dijo...

Empezamos un tiempo nuevo, un tiempo de esperanza, de alegría, de encuentro, tiempo que tiene un inicio y un final y en medio un proceso, un proceso que como dice Caritas en su texto no podemos representar con un circulo sino con huna hélice pues no caminamos siempre por el mismo sitio, sino que a cada golpe de hélice vamos creciendo y esto es lo que se nos pide en este tiempo de Adviento, caminar.
Y para ello hemos sido llamados, Isaías y S. Pablo nos dice que subamos al monte del Señor, que despertemos de nuestro letargo, que la vida del cristiano no es rutina, no es un repetir, es un despertar cada día a la vida de Dios creativamente y aquí estamos dispuesto a vivir nuestra esperanza, de renovación, de cambio de ir hacia adelante en una constante vela.
El Evangelio nos trae el pasaje que narra el final de Jerusalén y de los tiempos, el de la venida definitiva de nuestro Dios y Señor cuando estamos empezando el año litúrgico para que ese despertar, ese estar en vela, ese estar preparado nos cale en lo hondo de nuestro ser cristiano, porque siempre nuestra vida nos exigirá esa vigilancia, ese estar encima de cuanto hacemos y dejamos de hacer, en definitiva caminar hacia Dios ligero de todo para llenarnos de Él cuando venga en esta vida y al final de la misma.
Y tanto Isaías como Pablo nos dice como tiene que ser nuestro caminar, por las sendas del Señor y como en pleno día, quitando todo lo que haga decaer nuestra dignidad de persona y de hijos de Dios.
Cantemos con el salmista, “Qué alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor”
María, Madre de nuestra esperanza, ayúdanos a decir AMEN