DOM-33 C

domingo, 6 de noviembre de 2016
13 NOVIEMBRE 2016

DOM-33C

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 06 noviembre, 2016 12:55 dijo...

DEL FUTURO DE LAS COSAS (Lc 21,5-19)

No sólo la pregunta sobre la muerte personal, sino también aquella que se refiere al fin del universo ha inquietado e inquieta al ser humano: ¿Qué será de este mundo? ¿Cuándo será el final? ¿Cómo será? Es la natural curiosidad del hombre lo que le lleva a hacerse estas preguntas, pero también es la necesidad de respuestas sólidas sobre el sentido de la existencia propia o del mundo. La astrofísica está dando pasos de gigante y cada día explica mejor el qué y el cómo del mismo. Pero escapa de las posibilidades de la ciencia explicar el por qué y el para qué, es decir, aclarar su sentido. Éste es espiritual y no depende de la constitución de la materia.

A Jesús también le plantearon el problema y él se limitó a responder con el lenguaje de su tiempo –el apocalíptico– de modo que se le pudiera entender. Es propio de este lenguaje mezclar los tiempos –los planos de la historia– y crear con ello confusión. Así en el diálogo de Jesús con los discípulos habla de la destrucción del templo de Jerusalén –que tuvo lugar el año 70– y del fin del mundo. La superposición de planos da la sensación de que ambas cosas son simultáneas. La razón de esto es que, para aquella mentalidad, el fin de algo es siempre signo del fin de todo y cualquier acabamiento es anticipo del acabamiento definitivo. Piensan así porque creen que lo importante es cómo se vive el tiempo intermedio, es decir, el tiempo presente.

Para este tiempo hace tres advertencias y da tres consejos. Les advierte que las grandezas del mundo acaban y, por ello, se engañan quienes viven como si fueran eternas; que es inevitable la aparición de embaucadores que, con mentiras y falsas doctrinas, arrastran tras de sí a las gentes; y que la tribulación acompaña siempre a la existencia. Aconseja no perder la calma en la confusión, perseverar en la persecución y confiar en la ayuda de lo alto cuando llegue la dificultad.

Son sabios consejos que pueden venir muy bien en el caminar de cada día. Porque no es malo preguntarse sobre el destino del mundo; pero es mejor preguntarse sobre el compromiso de cada día mientras estamos en él, pues, puede ocurrir que estemos tan preocupados con el futuro que dejemos de ocuparnos del presente y no es bueno eludir las responsabilidades de hoy con el pretexto de los sucesos de mañana. A veces se ha acusado a la religión de esto y no sin razón. Pero creo que no se puede formular esta acusación contra el Evangelio donde las cosas están de sobra claras.

Cuando Jesús hablaba del Reino de Dios y decía que ya estaba aquí, no se refería a una utopía inalcanzable, sino a una meta hacia la que caminar. El Reino de Dios es el reinado de su voluntad en los corazones y esa voluntad es siempre el bien y lo mejor para la humanidad. Esto no es sólo asunto de futuro. Es exigencia del presente.

Maite at: 08 noviembre, 2016 21:11 dijo...

En aquel tiempo, como en este, preocupaban el cuándo y el cómo del último día, ese que Malaquías dibujaba "ardiente como un horno"

Jesús advierte contra los falsos agoreros y habla de señales y de las consecuencias que tiene su seguimiento. En nuestro tiempo hay abundancia de todo ello, también de cristianos perseguidos por su fidelidad a Jesús. Hermanos nuestros que necesitan oración y apoyo para perseverar en la fe, como pide el Señor; y que cuestionan la nuestra, tan cómoda, tan light, tan poco comprometida y con tan poca incidencia en nuestras prioridades y opciones de vida.

San Pablo conocía bien la preocupación de los primeros cristianos ante la llegada del fin de los tiempos y no encontró mejor receta para no caer en el desaliento, la indiferencia, la desidia y las especulaciones interminables sobre el asunto, que exhorta a todos a trabajar, cada día, como él: con tranquilidad, para ganarse el pan, a fin de no ser carga para nadie.

El salmista sabe quién llegará al final de los tiempos: el Señor, para regir la tierra con justicia, inseparable de su misericordia.

La pregunta, por tanto, no es por el cuándo o el cómo, sino por nuestra perseverancia en la fe, la esperanza y el amor para recibir al Señor que llega.

juan antonio at: 12 noviembre, 2016 08:36 dijo...

Este sábado, tras el paréntesis hospitalario, retomo, tarde, esta breve y corta reflexión sobre la Palabra de la Semana.
Estamos terminando el año litúrgico y la liturgia nos presenta el Evangelio de Lucas sobre la destrucción de Jerusalén y el mundo, en una narración, en principio confusa, pero de ella entresaco dos puntos:
No tengáis pánico……. Yo os daré palabras y sabiduría….
Ni un cabello de vuestra cabeza perecerá, con vuestra perseverancia, salvareis vuestras almas.
Esta es la tranquilidad que nos trasmite esta semana el Evangelio, pues con todo lo que pueda venir, con todo lo que pueda caer, con todo lo que podamos hacer (¿no está ocurriendo ya?) Dios nos promete su asistencia, Dios nos promete su cercanía, Dios nos acompaña, solo tenemos que abrir los ojos del corazón si lo queremos ver.
¿Tiene el niño pánico cuando está con su padre? Pues eso es lo que Dios quiere de nosotros que nos hagamos como niños, para que como niños tengamos esa plena confianza en Dios y pasará lo que tenga que pasar, pero si somos fieles a nuestra fe, a nuestra confianza en Dios, la asistencia de Dios siempre estará con nosotros: en las alegrías y en las no alegrías, solamente tenemos que tener nuestro corazón abierto a Él y a nuestros hermanos, en una actividad digna de la vocación a que hemos sido llamados como nos decía S. Pablo, que nos tenemos que ganar día a día.
Madre de Misericordia, que nos se nos olvide ser misericordioso, aunque el año jubilar termine o como decía S. Manuel González, que no nos cansemos nunca de ser tus hijos. AMEN