2º CUARESMA-B

domingo, 18 de febrero de 2018

25 FEBRERO 2018  
2CUA-B

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 18 febrero, 2018 13:44 dijo...

LOS TRANFIGURADOS (Mc 9,1-9)

Al comienzo del viaje a Jerusalén que le condujo a la muerte, Jesús preguntó a sus discípulos qué pensaban de él. Pedro, en nombre de todos, respondió que lo consideraban el mesías. Acto seguido, Jesús, sin negarlo, anunció el destino que le esperaba en Jerusalén. Es como si les estuviera diciendo: “Efectivamente: soy el mesías, pero no el tipo de mesías que a vosotros os interesa”. Inmediatamente después, el evangelista san Marcos relata la transfiguración, en la que Pedro, Santiago y Juan, pudieron contemplar el otro ser de Jesús.

Uno de los misterios fundamentales del cristianismo es la Encarnación. Lo nuclear de ese misterio es que Dios se acerca al ser humano asumiendo la condición de éste, lo cual implica dos cosas: que la salvación no es un movimiento del hombre hacia Dios -como si fuera posible alcanzar la esfera de la divinidad (así se describe la naturaleza del pecado en Adán y en Babel)-, sino que se trata de un movimiento de Dios hacia el hombre (es, por tanto, un gesto de generosidad); y que el encuentro con Dios sólo es posible en lo humano.

Desde esto se entiende por qué Jesús, en la cena, cuando da el precepto nuevo y definitivo, en lugar de decir “Amaréis a Dios con todo el corazón y os ameréis unos a unos como yo os he amado”, se limite a recoger sólo lo segundo silenciando el precepto del amor a Dios. A partir de ese momento no cabe que pueda separarse la vida religiosa y la moral, el culto y la justicia, la religión y la fraternidad. Jesús viene a decir sólo es posible amar a Dios amando al hermano. San Juan dirá más tarde que miente el que dice amar a Dios -a quien no ve- si no ama al hermano -a quien ve-.
Sobre el monte Tabor, los discípulos pudieron ver la divinidad de Jesús a través de su humanidad. En la vida diaria, el cristiano ha de ser capaz de ver a Dios en el otro, sobre todo en el que sufre. Esto sólo es posible mirando más allá de la apariencia, del aspecto, de la imagen que las personas presentan. En cada ser humano el cristiano ha de encontrar el misterio de un Dios encarnado, sobre todo en aquellos que viven el calvario cada día.

Cuando se olvida esto, la religión se convierte en una fantasía espiritual donde lo externo, lo espectacular, lo grandioso, el prestigio social o el poder pasan a ocupar los primeros lugares en la jerarquía de valores; y la caridad, la solidaridad y el servicio a los desheredados del mundo se convierte en una molestia inevitable a la que se dan sólo respuestas de compromiso y de mínimos. Jesús de Nazaret -que se transfiguró a los ojos de sus discípulos en el monte Tabor ocultando su humanidad y mostrando su divinidad- se sigue transfigurando en cada ser humano ocultando su divinidad y mostrando su humanidad y nos advierte: “Lo que hicisteis a uno de éstos, a mí me lo hicisteis”.

Paco Echevarría












Maite at: 20 febrero, 2018 17:50 dijo...

El salmista oraba diciendo:" Oigo en mi corazón: buscad mi rostro; tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro"

Contemplar sin velos el rostro de Jesús transfigurado ha sido el deseo más ardiente de los más grandes orantes de todos los tiempos. Hombres y mujeres enamorados que suspiraban por contemplar, en todo su esplendor, el rostro del Amado.

También ellos sintieron, como Pedro, Santiago y Juan, el gozo de estar ahí, en la intimidad de Jesús. Pero en alas del amor que le profesaban bajaban de la montaña a seguir su camino, el camino de la conversión hacia la Pascua. Y encontraban entonces a tantos hermanos suyos, necesitados de un buen samaritano que curara sus heridas.

Y ellos, con las palabras del Padre resonando en sus oídos: "Este es mi Hijo amado, escuchadlo" veían en esos rostros desfigurados el rostro velado del Maestro.

Como Pablo, que sabía que partir de este mundo y estar con Cristo era, con mucho, lo mejor. Pero no se le ocultaba cuán necesario era todavía para muchos de los primeros cristianos. Y aceptaba, de buen grado, prolongar aquí su tarea en bien de ellos.

En nuestro camino cuaresmal busquemos también nuestro Tabor. Para gozar de la intimidad del Señor hacen falta muchos ratos de oración, muchas sentadas aparentemente inútiles, mucho tiempo aparentemente perdido.

Persevera en el intento con la determinada determinación de Santa Teresa, es decir, sin desanimarte pase lo que pase. Recogerás los frutos de la perseverancia.

Claro que sentirás la tentación de quedarte ahí, en la cima de la montaña, pero la misma contemplación del rostro del Señor y la voz del Padre te empujarán a bajar en pos de las huellas de Jesús. Con su rostro grabado en tu pecho y sus sentimientos esculpidos a fuego en tus entrañas irás, camino de la cruz, construyendo el Reino de Dios.

juan antoniio at: 21 febrero, 2018 20:32 dijo...

JESUS, DIOS SALVADOR
La semana pasada decíamos en nuestra reflexión que las tentaciones de Jesús nos hacía realidad la Encarnación, la asunción de Dios de nuestra carne y sufrir en nuestra carne todo, menos en el pecado.
Hoy podemos decir que la Transfiguración nos muestra la realidad divina de Jesús, es hombre y Dios y así se nos muestra a los tres discípulos escogidos, Pedro Santiago y Juan.
Jesús tuvo varias ocasiones en que solo actuó o estuvo con estos discípulos, como en la Transfiguración, la resurrección de la hija de Jairo, la oración en el Huerto…. y esto porqué? Los demás discípulos eran menos en la acogida de Jesús? No lo sabremos pero lo cierto es que Los Evangelios así nos lo dice.
En este pasaje vemos los tres discípulos, Jesús, Elías y Moisés, las palabras de Pedro que bien se está aquí, hagamos tres chozas y la voz del Padre, “este es mi hijo amado, escuchadlo”
Hay un paralelismo del Evangelio con la primera lectura, y no es otro que la entrega del Hijo Único en sacrificio.
Sacrificio que ahora vemos como aberración, pero que debió de ser, si no normal, si aceptado, pues bastante tiempo después de Abraham, en tiempos de los Jueces, (11,29) Jefté ofreció en holocausto al primero que saliera de su casa a recibirle después de una victoria, por un voto hecho a Dios y fue su hija.
Los discípulos estaban asustados y buscaban la estabilidad
Jesús se muestra como es, Dios, Hijo del Padre
Y el Padre se muestra como tal a darnos al Hijo amado para que le escuchemos y le veamos muerto y resucitado.
El relato de la Transfiguración nos coloca en un solo acto la gloria y la cruz, la entrega amorosa del Hijo en la Encarnación y Nacimiento, y ahora la presentación que nos hace del mismo, preludio de lo que seguiría a la muerte como nos dice el mismo relato, “no contéis nada a nadie hasta que el Hijo del Hombre, resucite de entre los muertos” palabras que esos discípulos preferidos de Jesús no entendieron hasta la recepción del Espíritu, estaban asustados, llenos de incertidumbres, natural, esperaban un reino que no terminase nunca y resulta que el que lo implanta les habla de muerte, pero también de resurrección que creo entendieron menos que aquella.
Miremos este relato como esa dación del Hijo por parte de Dios, pero mirémonos también nosotros cual es nuestra actitud ante Dios: Abraham lo da todo, su único hijo, Dios nos su Único Hijo y nosotros que damos?
Escuchamos a Jesús que nos revela al Padre y para que lo comprendamos todo nos envía al Espíritu? o seguimos pasando una Cuaresma más…………, nuestros quinarios, novenas, procesiones y ……..en nuestro día a día, en la Eucaristía, en nuestra oración personal,
Escuchemos a Jesús y como Él apartémonos al descampado del Sagrario y allí tratar con Jesús de nuestro trabajo, de nuestra relación con Él, de nuestras alegrías y de nuestros sufrimientos o simplemente, como decía Santa Teresa “estábame yo allí con Él” porque Él lo sabe todo.
ESTE ES MI HIJO AMADO,ESCUCHADLO: sea nuestro mantra esta semana.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a decir AMEN